Como cada mañana el apacible pescador se levantó temprano, cogió sus aparejos de pesca y se fue a probar suerte a su pequeña roca de la playa. Esperó y esperó, pero no picaba ningún pez. ¡Qué mala suerte! Nuestro hombre nunca conseguía pescar nada. Pasaron algunas horas hasta que algo ocurrió; la caña empezó a temblar cada vez más y más. Entonces el pescador, sobresaltado, se incorporó y comenzó a recoger el anzuelo. El momento con el que tanto había soñado parecía estar llegando....
Tras unos minutos un pez se encontraba colgado del hilo de la caña peleando desesperadamente para liberarse del traidor anzuelo. El tranquilo pescador, ahora con expresión consternada, miraba fijamente su merecido trofeo. Tras el sonido de unas cuantas olas, nuestro hombre le quitó al pez el anzuelo y lo lanzó al mar; este salió nadando libremente.
Nuestro apacible pescador se había dado cuenta de que realmente había disfrutado mientras llegaba la consumación de su sueño; viendo cada amanecer diferente, observando el movimiento de las olas, escuchando los sonidos con los que el mar le obsequiaba... Y de que no necesitaba más para ser feliz, ni siquiera recoger el premio a su paciencia y esfuerzo.
2 comentarios:
buen relato somos muy pocos los que podemos sentir observar que tenemos un mundo maravilloso y no nos damos cuenta que es asi un gran mundo que todo esta alli pero la gente es muy ciega y desperdicia de grandes y bellos momentos ! disfruta la vida!
Me parece uno de los relatos breves mas bonitos que he leido nunca. Yo tambien escribo y pienso que la felicidad está en los momentos en que esperamos conseguir lo que nos ilusiana. FEDERICO
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